El amor es el sentimiento más puro e inocente que existe en el mundo. El amor hace que sonrias ante la vida, que el aire más contaminado parezca más puro y que el sol sale para ti.
Cuando estás enamorado la sensación de ternura que generas y lo bien que te sientes hace que flotes en una nube sólo oscurecida por el exceso de celo en que a la otra persona no le pase nada, que no le falte de nada y que sea feliz.
En esos momentos superpones la presencia del otro a la tuya, te anulas prácticamente como persona para ser un apéndice de los deseos y necesidades que intuyes del otro, haciendolos tuyos, renunciando a lo irrenunciable por ver la sonrisa en los ojos del otro.
Es tal ese sentimiento que la mera idea de que la otra persona sufra un ápice hace que sufras lo mismo en tus carnes, ya que su felicidad es la tuya, y eso puede compensar al sufrimiento y al desazón de creer feliz a una persona con otro, pese a que tú sientas que estallarías de gozo si ese otro fueras tú.
Es un sufrimiento llevado con alegría, como aquellos cofrades que por fervor religiosos en semana santa sufren y se martirizan físicamente. No puedes evitar no hacerlo. No puedes ser racional y no verlo.
Simple y puramente eres feliz de esa manera.
Carlos se encontraba en medio de este sufrimiento disyuntivo de su corazón, contento por la felicidad que parecía emanar de la relación entre Virginia y Luis, pero con la desazón de no ser él el destinatario de los recorridos de los dedos de Virginia por el pelo de Luis, o de los besos en su oreja izquierda.
Virginia era una chica morena, alta y delgada como un tallo de bambú de ojos marrones almendrados. Las escasas pecas casi imperceptibles que tenía en torno a sus ojos le daban un aspecto infantil, que junto a sus pómulos rectos y sonrosados por los bordes, realzaban el frescor de su mirada.
Su mirada era limpia, transparente, redonda. Tenía la costumbre de rehuir en un primer momento el contacto ocular directo con la gente, para pícaramente volver la vista y averiguar el color de ojos de su interlocutor.
El sol que tanto tomaban había dorado escasamente su cuerpo, dandole el brillo que poseen las barras de pan recién salidas del horno.Sus dedos, largos y finos, acababan en una manicura como los chicos, pero redondeada.
Solía llevar el pelo corto, a media melena, cogido casi siempre en una coleta para que no le molestase mientras surfeaba, le gustaban las rastas pero no para ella, y siempre debaja medio flequillo suelto para que le resbalara delante de su mirada.
No era una belleza al uso, poseía el aspecto de fragilidad de una figurita de Lladró con la fuerza y serenidad de las ramas de los tejos. Sus movimientos eran gráciles, como el tul columpiado por la suave brisa pero se adivinaban firmes y definidos.
Era algo que hacía de forma natural, sin armoniosidades ni teatralidades, sin ser consciente del embrujo que provocaba en la mirada de los hombres.
Usaba un neopreno negro con unas franjas verde ácido en los laterales que no hacían sino realzar su figura. Cuando salía del mar después de bailar con las olas, parecía que la más bella de las hijas de Poseidón había decidido pasear sobre la playa.
La arena no le hacía ir torpe, sino que acentuaba el movimiento sinuoso de sus caderas, de su pecho, todo su cuerpo en un compás digno de la más fiera de las leonas acechando su presa.
Era ciertamente bella, y todos lo sabían, pero esa belleza sólo la percibían como sexual el resto de los compañeros del grupo o cualquiera que tuviese la fortuna de cruzarse con ella por la calle, sólo Luis y Carlos conocían la sensualidad hipnotizante de su interior.
Pese a la feminidad de su aspecto, era muy chicazo en el sentido que prefería su compañía a la de las de su género. El resto de novias de los chicos del grupo la solían criticar a sus espaldas, conscientes de su inferior belleza comparada con sus cuerpos de modelo, por sus actitudes y gestos, que pese a ser cadenciosos, eran muy masculinos, por la forma de expresarse, por su actitud de camadería.
Esta circunstancia se manifestaba en cualquier momento, saludando a la gente, no con dos besos sino con una palmada en el costado, como hacen los compañeros de un equipo de fútbol que ha peleado en muchos partidos, participando y ganando en los concursos de beber cerveza, de erctos o intentando siempre competir en carreras y proezas como ellos.
Era además muy pícara, retando siempre a la mínima, ya que era muy lista y había encontrado en la parte sensible de los hombres, su orgullo, la manera de jugar y competir con ellos, llegando a veces casi a la lucha física, en la que ella demostraba la fuerza de sus músculos y la velocidad de sus movimientos.
Las fiestas eran habituales tras las largas jornadas de surf, y casi siempre, la parrilla venía regada por cantidades ingentes de cerveza.
Tal y como había ocurrido tantas veces, y en virtud del consabido principio, “donde hay confianza, da asco”, poco a poco la gente se había ido retirando (con mayor o menor grado de horizontalidad, e incluso algunos medio gateando) a las tiendas de campaña o se habían quedado dormidos cerca de la fogata, ahora reducida a meras brasas incandescentes que humeaban oscurenciendo la noche estrellada.
Luis ese fin de semana no había ido, tenía que estudiar para unos exámenes a los que sabía, que aunque ese fin de semana no saliese, no aprobaría ya que faltaban un enorme resto en los que sí que debería haber al menos trabajado un poco.
Carlos y Virginia, como siempre fueron los últimos que se quedaron despiertos, hablando de lo humano y de lo divino, con el cielo estrellado como cómplice iluminandolos con la luna llena.
Carlos había realizado esa semana un nuevo dibujo en su tabla y no hacía más que hablar emocionado de cómo le había surgido la idea y en qué pintor de su visita a Holanda de hacía unas semanas le había inspirado más, cuando Virginia, pícara ella, intentó chinchar un poco diciéndole que se había equivocado con el blanco y que la pintura refulgía en la oscuridad y parecía un pene erecto.
Carlos se reía de ella de su ocurrencia, pero ella insistía tanto que al final resolvieron levantarse para ver cual de los dos tenía razón.
Virginia se levantó la primera de un salto, pero hasta que Carlos no empezó a andar hacia la zona donde habían plantado las tablas no le siguió, sin previamente agacharse a coger su sudadera verde, ya que se iban a alejar de las brasas y por la noche siempre refrescaba.
Carlos le enseñó con retintín su dibujo, haciendo bromas sobre su necesidad de ponerse gafas y aplicando el típico chiste masculino heredado de la etapa fanquista de que si te masturbas mucho te quedas ciego, haciendo claramente mofa de ello.
El dibujo de carlos era un plátano humanizado (así del estilo de los fruitis o las galletas marbú) con gafas de sol, sobre una tabla de surf en una ola gigante haciendo el símbolo de la victoria. El plátano era debido a que la primera vez que quedaron todos para surfear, como él llevaba un bañador hawaiano muy amarillo y había comentado en ocasiones que su madre era originariamente canaria, le habían puesto como mote “platanito”. El símbolo de la victoria parecía inocente, pero realmente era la “V” de Virginia.
Virginia en ese momento sacó del bolsillo de su sudadera un rotulador permanente de los de marcar CD, sabedora que dado la capa de barniz y cera de la tabla, aunque pintara algo encima, con un poco de colonia se borraría.
Amenazó a Carlos, quién profesaba ideas de izquierdas, de hecho era el único afiliado a un partido político de izquierdas y les había intentado convencer para que acudieran a alguna reunión del partido con él, con pintarle un par de bigotillos a la tabla y “Aznarizarla”.
Así que se lanzó contra la tabla mientras Carlos intentaba agarrarla entre risas para que no lo hiciera. Comenzó una pequeña lucha silenciosa, donde los dos no querían hacerse daño, pero con la broma de intentar pintar e evitar el graffiti sobre el dibujo de Carlos.
Ella había medio luchado con muchos de sus amigos, chincándoles escondiendo mecheros a los fumadores, latas de cervezas o incluso las llaves de los coches, obligando a los chicos a jugar con ella para recuperarlas.
Con Carlos nunca lo había hecho.
Carlos la agarró por las muñecas intentando que no estropeara su dibujo, y por un momento parecieron una pareja de baile de Charlestón. Al abrir amabos las manos quedaron cara a cara durante unos embarazosos segundos, ante lo cual, rápidamente Virginia se retorció para intentar zafarse, tanto de él, como de ese cuasi abrazo al que apenas habían llegado.
Carlos notaba el pulso de Virginia latir desbocadamente a través de sus muñecas, y era consciente de que ella había notado el suyo.
Casi se alegró cuando ella se zafó de él, pero en vez de volver al campamento, siguió con el juego de intentar pintar la tabla.
Lo que empezó como un juego, empezó a tomar carácter más adulto al empezar a agarrar y tocar partes de su cuerpo veladas, En una ocasión Carlos intentó agarrar a Virginia por el pecho, no consiguiendo más que un roce en su seno, en otra Virginia intentaba dominarle a su vez mediante llaves, que prácticamente eran caricias con más fuerza en el cuello..
La situación estalló cuando por fin Carlos consiguió inmovilizar a Virginia sobre la arena de la playa, poniendo el peso de todo su cuerpo sobre ella.
Ella que en otras ocasiones y con otros amigos había también intentado huir de esa presa, se quedó quieta.
Estaban cara a cara, sobre la arena de la playa, recuperando el aliento tras la lucha, sincronizando las pulsaciones, medio sudando ambos por la excitación, los poros de ambos abiertos como sus bocas en forma de corazón, mirándose fijamente a los ojos, con los pezones de Virginia marcándose sobre la sudadera abierta y sintiendo la erección de Carlos sobre ella.
To be continued.
4 comentarios:
Empieza a caldearse el ambiente jajajaja aunque se veía venir, no era para menos. Ahora estoy impaciente por descubrir que pasa finalmente con Carlos, Virginia y su juego nocturno.
Besos.
Sube la emoción, sube la temperatura...manejas las emociones y descripciones a la perfección...¿a donde nos llevaras? Besos...
Como yo no sé nada de dar premios...lo que hago es haceros de vez en cuando un "guiño" a los blogs...si tienes tiempo lee mi entrada de hoy...te mando allí un cariñito en forma de frase....ajja. Besos
Tío, continúa la historia, o Carlos va a explotar!! jejeje! Un pelín de sexo hace la vida más interesanteeee!!!
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