martes, 23 de junio de 2009

y al tercer día..(III)

El ritmo cardiaco de los dos había entrado en Sprint.

Se miraban de nuevo como siempre, como la primera vez.

Virginia se encontraba con los ojos abiertos, reflejándose en sus ojos marrones, prácticamente negros por la falta de luz de esa noche, todas las estrellas del firmamento y el reflejo de los ojos de Carlos.

Su boca, a escasos centímetros de la de Carlos, se encontraba abierta como la una copa de vino. Sus labios, rojos por el color de la noche, se encontraban sedientos y ansiosos del beso. Tenía un poco de la dorada arena en el costado de su cara, haciendo que el silicio de la misma brillara con la luz de la luna y contrastando de forma mágica contra su piel tostada.

La coleta del pelo se le había soltado en la lucha y ahora sus cabellos dormían desparramados sobre la arena, desbocados en ondas de azabache que parecían hundirse en la arena como las raices de un árbol en la tierra.

No debían. Estaba mal.

Esa mañana Virginia se había despedido de Luis haciendo el amor sobre la cama en que tantas ocasiones habían compartido juntos. No era sólo sexo. Virginia tenía mucho cariño hacia Luis, de hecho quería a Luis, no podría vivir sin él.

El año pasado había conocido a sus padres, en nochevieja, había compartido con ellos la entrada del año nuevo, conocido a sus sobrinos, había recibido el emocionado beso de su abuela felicitándole el año nuevo como su nueva nieta.

Tenían planes de vida juntos, cuantos hijos tendrían, como se llamarían, dónde se casarían, qué tipo de casa comprarían. Conocía a Luis desde hacía tiempo ya, antes del instituto, cuando sólo eran amigos y sentía por él lo que sentía ahora por Carlos.

Pero lo deseaba tanto…

Sabía que ese iba a ser el veneno que destrozara su vida tal y como la tenía planteada, no es que fuera a estropear su vida en sí, sino que todos los esquemas y expectativas que se había montado caerían como un castillo de naipes arrastrados por una corriente caprichosa de aire.

Se encontraba pues, como se debía de encontrar Cleopatra delante del aspiz de seccionaría su vida, si la fábula fuera cierta, a punto de morder la manzana que la expulsaría del paraíso..siempre que Luis se enterara.

No lo sabría nunca. Lo había deseado tanto que tenía que hacerlo y matar la curiosidad.


Y la curiosidad no mató al gato sino que se lo llevó al agua. O al huerto en este caso.

Izó el cuello al encuentro de los labios de Carlos, que le esperaban también medio abiertos, húmedos, salados como salada estaba ella por estar todo el día surfeando.

La cuerpo de Carlos le quemaba encima del suyo, y su erección crecía en tamaño y en calor a medida que iba aproximando sus labios a los suyos. Notaba como se le clavaba entre el pubis y el ombligo, notando que el instrumento de Carlos debía de ser más grande que el de Luis.

Sus labios se rozaron repetidamente como se roza la placa de vitrocerámica para saber si está caliente pero a un ritmo infinitamente menor. Fueron abriéndose hueco, amoldándose poco a poco entre ellos hasta acabar cerrándose para besárse lentamente.

Al cerrar sus labios y besarle sentía que estaba probando la más dulce de las chirimoyas, de hecho, el movimiento de sus labios al separarse era el mismo que produces de forma inconsciente al sorber el jugo de esa fruta, para de nuevo volver a abirse a los de Carlos, esta vez con mayor intensidad y velocidad.

La situación era muy placentera, sentía como algo dentro de ella empezaba a arder, y empezó a sentir humedad entre sus piernas. Carlos debía de estar gozando también ya que sus besos eran también apasionados y la cabeza de su pene empezaba a bascular en torno a su ombligo.

Apoyó su mano sobre el bíceps de Carlos, acariciándolo a la vez que se asía a él para besarle. Carlos con el brazo que le quedaba libre, la cogió lentamente por la nuca, desplazando los dedos desde la base del cuello y comienzo de la camiseta hacia su cogote, en un movimiento lento y sieguro, peinando su pelo a la vez.

La sensación de placer, unida a la de deseo largamente encadenado y ahora desatado, y la culpabilidad era suficiente para que en ese momento ni la sirena de un petrolero a un metro de distancia les hubiese acercado a la realidad.

Mientras se besaban Virginia iba subiendo su mano hacia el hombro de Carlos, sintiendo su redondez de su músculo y avanzando con la mano abierta hacia su espalda.
Carlos a su vez había empezado a acariciar la oreja sin pendientes de Virginia.

Cuando dejaron de besarse, volvieron a mirarse a los ojos, sin comprender cómo habían llegado a ese punto.

Carlos era amigo de Luis. Había compartido con él miles de historias y de secretos, muchas noches de juerga y alguna de llanto.

Antes de que se arrepintieran, Virginia volvió a tomar la iniciativa y empujó el cuerpo de Carlos, aplastando su sexo contra el suyo, hasta dar la vuelta a la situación y quedar ella encima.

Con el nuevo cambio de postura, Virginia podía sentir perfectamente la erección de Carlos cerca de su sexo, justo encima de donde comienza la sonrisa vertical coincidía el glande de Carlos.

Virginia abrió las piernas para acunarse sobre Carlos mientras volvían a besarse.
Sentía como con Luis, hasta ahora el único chico con el que había estado, que se estaba derritiendo por dentro, lo que a ella le parecía un río deslizándose entre sus ingles, hacia el cuerpo de Carlos.

Carlos la tenía cogida por las corvas mientras se besaban, acariciando aquella parte de la mujer por la que los antiguos medievales prohinbieron los instrumentos musicales, dirigiendo cadenciosamente su balanceo sobre su sexo.

Virginia tenía cogido a Carlos por el cuello, inmovilizando su cara mientras se besaban, acariciándole por el inicio incipiente de la barba, luego las orejas, como quién coje un jarrón de cristal para admirarlo.

Carlos fue subiendo las manos por los costados de Virginia, hasta alczanzar sus axilas.

Con los pulgares fue trazando de forma simétrica el camino hacia sus duros pezones, los que antes sólo había notado a través de su camiseta, para poco a poco ir posando la mano sobre sus pechos.

Carlos creía conocer cada centímetro de su cuerpo, no en vano la había observado desde hacía mucho tiempo, pero esta vez había roto el halo de sus sueños para tocar por primera vez sus senos sobre la fina tela de la camiseta, ya que se había quitado la parte de arriba del bikini para dejarla a secar cerca de la hoguera.

Los pechos de Virginia le parecían perfectos. A diferencia de otros chicos donde predominaba el tamaño y la voluptuosidad de los senos, a Carlos más que unos pechos grandes le gustaban unos pechos bonitos. Los pechos de Virginia le parecían perfectos, tenían la forma de pera y abultaban ahora excitados, como su puño cerrrado.

Además le encantaba que fuean naturales, los había observado como se movían cuando bailaba con las olas mientras practicaba surf, cómo parecían fundirse con su cuerpo cuando se tumbaba para tomar el sol, o cómo se le endurecían cuando hacía frío y se le trasparentaban en las camisetas que ponía cuando consideraba que estaba medio seca.

Ahora podía sentirlos en su plenitud. Esos senos ahora se encontraban duros, como melocotones maduros, completamente redondos, con el pezón en la cúspide duro como si fuese la ramita de los mismos.

Carlos los cogió con sus manos, como si los estuviese modelando en barro la vez primera a partir de una pelota, es decir, agarrando con los dedos inferiores la base, marcando el recorrido con el meñique y haciendo presión como una suave pinza mientras subia hacia arriba, así durante un par de veces.

Luego, aprovechando el canto de la mano con la parte inferior de sus senos, movía las manos como a medio subir el volumen del ipod mientras que con los pezones describía movimientos circulares sobre su volumen íntegro.

Virginia había dejado de besarle para empezar a gemir en voz bajita de placer mientras elevaba sus piernas en el aire para hacer una mayor presión sobre el sexo de Carlos, rozando de esta manera también su sexo inferior con el suyo, haciendo esta vez movimientos horizontales de arriba hacia abajo, notando cómo seguía aumentando el calor de Carlos y como estaba gozando también él.

Y es que en ningún momento habían dejado de mirarse a los ojos. Fue con el tercer beso, con la tercera traición a Luis cuando tanto Virginia como Carlos procedieron a quitarle la camisesta y sudadera a Virginia.

To be continued.

3 comentarios:

Winnie dijo...

puff!
puff!
puff!
...he dicho.
Madre de Dios...qué calor hace....
He dicho.
Hala! a por más suspense....Besos

Sr. D. Javier de García dijo...

Ayayayay... que la están liando... y la que se les viene encima. Han cruzado una frontera y ya no pueden volver atrás...

Me encantan las comparaciones que utilizas (aunque alguna no es muy sexy, como la del ipod, pero es muy gráfica! XD)

Espero que no tardes demasiado con el siguiente episodio. No sé si será el desenlace o lo que sea, pero estoy en ascuassss!!

Christian Ingebrethsen dijo...

Buffff, en ascuas me tienes!! Estoy deseando saber como acaba todo, un beso muy grande y espero que todo vaya bien.