domingo, 28 de junio de 2009

y al tercer día..(IV)

La desnudez de Virginia suponía que ya no habría un vuelta atrás, ya que si cualquiera que pudiese verles sabría que estaban haciendo algo más que jugar inocentemente.


Virginia, antes de volver a permitir que Carlos volviera a tocarle los pechos, decidió por su cuenta quitarle la camiseta a Carlos, quién no había cogido sudadera previamente ya que no pensaba alejarse mucho de la hoguera y algo le decía a Virginia que en esos momentos no pasaría frío.


Estando por primera vez ambos semidesnudos, volviernos a besarse apasionadamente, revolcándose por la playa, comiéndose la boca, acariciando sus pechos (tanto el pecho de Carlos como los pechos de Virginia), besándose en el cuello, en las orejas, en los ojos, en la barbilla..


Conociendo el cuerpo del otro con otro sentido diferente al de la vista o del tacto, el sentido del gusto.


Por primera vez, Virginia acercó su mano al miembro erecto de Carlos, introduciéndola por debajo del bañador lentamente, para encontrar su miembro húmedo. Esto excitó mucho más a Carlos quién empezó a mover las caderas mientras recorría el cuello de Virginia.


Virginia volvió a dar la vuelta a Carlos, obligándole a ponerse debajo suyo otra vez, y desató el cordón del bañador para dar libertad al pene de Carlos.


Esta actividad nocturna cesó en el momento que tras introducir el miembro en su boca, sin medidas, ambos alcanzaron el orgasmo, él dentro de ella, y ella sobre la arena.


***


Avergonzados de lo que habían hecho, con el sentimiento de culpa que aflora cuando disminuye la pasión, regresaron en silencio al campamento, donde cada uno se acostó en su tienda habitual.


Al día siguiente prácticamente no se hablaron. Se regían mutuamente buscando siempre cosas que hacer que les mantuvieran alejados el uno del otro, para evitar en la medida de lo posible cualquier mínimo contacto visual.


La tarea les resultó fácil, ya que era domingo, había que empaquetar todas las cosas para recogerlas en los coches y volver a la ciudad, además de limpiar en la playa los restos de la fiesta, y la resaca de los demás, unida a la suya propia facilitaba el trabajo mecánico como de autómatas que estaban haciendo.


Dado que los domingos, además de ser el último día del fin de semana, marcaban el final de las jornadas de camping playeras, todo el mundo se encontraba de un cierto mal humor, por lo que la relación fría entre Carlos y Virginia pasaba desapercibida.


En el viaje de vuelta ambos, que esta vez les había tocado no conducir, no hacían más que revivir en su cabeza lo que había pasado la noche anterior, no estando seguros de sus sentimientos ni de los sentimientos del otro.


Y otra vez la cobardía y la ausencia de búsqueda de un momento a solas sin que resultase en exceso sospechoso para hablar ya en la ciudad harían que no se hablaran en un par de días.


Esos días fueron angustiosos, ya que sentían que habían traicionado a Luis, como también sentían que se habían traicionado a sus ideales, a sus principios…a ellos mismos en definitiva con sus acciones.


Tres largos días enteros, tres largos días aguantando a la gente hablar y quedar mientras algo le consumía por dentro. Tres días, en los que cada minuto se había convertido en una aguja que torturaba, como el latir de los relojes con cada segundo, sus cabezas.


Esos días habían querido mil veces coger el teléfono y marcar el número del otro, habían redactado y borrado mil mensajes farfullendo cualquier excusa para quedar y hablar, párrafos escritos y eliminados en borradores de mails que no llegaron a enviarse.


No fue hasta la primera de las horas de universidad del cuarto día en la que los dos amantes se encontraron frente a frente en uno de los pasillos de la universidad. Ambos habían pasado mala noche y estaban llegando tarde a sus respectivas clases.


No había excusa para mirar hacia otro lado, no había tampoco ganas de hacerlo. Pese a que el pasillo se encontraba en ese momento vacío porque todos los alumnos estaban atendiendo las clases, sintieron que en el mundo solamente volvían a existir ellos dos.


Se acercaron lentamente el uno al otro, pensando en la cabeza mil y una frases para empezar a hablar, una excusa fingida que no había significado nada, una gran mentira de que había sido todo un gran error, buscar cabezas de turco pensando en hormonas cuando realmente lo que querían gritar es que se habían gustado desde que se vieron, y se amaban desde que se conocieron.


No hubo palabras esa vez, de sus bocas no salió apenas un débil murmullo antes de que volvieran a fusionarse de nuevo, abrazados bajo los rayos de sol que se filtraban por las ventanas de ese pasillo vetusto de la facultad, unidos en un sólo ente de nuevo bajo la mirada indiferente de paneles de corcho con notas de los estudiantes, posters de manifestaciones y carteles de prohibido fumar.


Permanecieron así, en silencio, sintiendo Virginia de nuevo el calor de Carlos, y éste el aroma de su pelo durante lo que a ellos les pareció unos segundos, pero que el timbre de la finalización de las clases les obligó a despertar y separarse manteniendo de nuevo la compostura.


Habían pasado más de 40 minutos abrazados, y no había sido más que un suspiro.

Decidieron bajar a la cafetería de la facultad, donde, sentados en unas viejas sillas de coca cola con unos donuts y bebidas (café para ella, chocolate para él) y amparados por el bullicio de decenas de estudiantes que habían decidido invertir de nuevo una mañana en la cafetería resolviendo los problemas del mundo, decidieron resolver el suyo.


Virginia quería a Luis. Eso estaba claro, no había necesidad de decirlo y ahondar la herida que les separaba. Siempre evitaban el tema de Luis a partir de ese momento. Ambos sabían que estaba presente, le conocían, hablaban con él, y hacían como que en su relación no existiera una tercera persona, cuando realmente ellos eran la tercera persona de la relación.


Sobre todo Carlos.


Expresaron mutuamente lo que sentían el uno por el otro, y las palabras brotaron naturalmente por sus bocas. Nada de los discursos que en esos tres días habían preparado servía ya.. Todo era mágico.


A partir de esos días, el sol era más brillante para ambos. Virginia seguía comportándose de la misma manera con Luis, la lejanía que presumía Carlos que se generaría no se producía a sus ojos, pero le daba igual ya que Virginia le aseguraba cada noche mediante un mensaje al móvil que le quería.


Muchas noches, en las que Virginia comentaba a Luis que se iba a dormir a su residencia y no se quedaba en el piso con él, iba a la residencia de Carlos, apenas separada unos metros de la suya, y pasaban toda la noche abrazados.


No se atrevían a más. Sabían que no estaban haciendo lo correcto respecto a Luis, y tampoco estaban seguros de su relación, ya que mucha gente de su círculo de amigos y familiares la desaprobaría.


Virginia quería a Carlos, de eso estaba segura. No era una persona de las que dicen las cosas a la ligera, aunque sí que es verdad que su amor por él estaba matizado. Sabía que el amor es el sentimiento más puro e inocente que existe en el mundo y no entendía porqué no era capaz de vivir de verdad su amor por Carlos.


Si realmente estaba enamorada de él, si realmente le quería, sería capaz de luchar contra le gente para defender la inocencia de su sentimiento, y la gente que la quería la entendería, pese a que mucha gente no entendería al principio su actuación o sus motivos.


Pero también estaba Luis, con quién ella se encontraba muy a gusto. No podía renunciar a ninguna de las dos cosas, y no quería elegir. Por eso no hacían más que dormir abrazados todas las noches y susurrarse palabras bonitas, sin llegar a nada más.


Carlos, que por fin había realizado sus sueños con Virginia y estaba realmente loco por ella, soportaba la situación, engañándose y fantaseando con la idea que Virginia abandonase a Luis, pese a que ella siempre le contestaba con evasivas cada vez que intentaba, a través de círculos llegar al tema u optaba por medio enfadarse con él y mostrarse ofendida.


En estos casos, Carlos, quien tenía un miedo atroz a perderla, se arrepentía de lo que él denominaba su egoísmo al intentar descubrir las intenciones de Virginia, ya que debía ser ella la que decidiera libremente entre los dos. Carlos sabía que la ayudaría con todo, que saldrían delante de esta situación, al fin y al cabo no era tan inusual.


Lo que Carlos no sabía es que aunque Virginia decía que no sabía lo que quería, en el fondo, y aunque ella no lo quisiera ver y Carlos no lo quisiera creer, en el fondo había tomado la decisión de seguir con Luis.


Pero también era normal, hacía apenas tres semanas que había pasado aquello en la playa, y ambos habían tenido compromisos sociales y estudiantiles a los que acudir, sin contar las vacaciones que pillaron de por medio.


Aunque esa parecía ser la decisión de Virginia a una persona externa a la historia que la hubiese conocido de repente, nadie podía saber lo que depararía el futuro, y era a eso a lo que se agarraba Carlos, a un clavo ardiendo. Y mientras se quemaba era feliz durmiendo abrazado a Virginia las noches en las que ella se lo permitía.


To be continued.

4 comentarios:

Sr. D. Javier de García dijo...

Ayayay... ¿hasta dónde llegarán? La situación es insostenible! Cada segundo que pasa van hundiendo más y más el cuchillo de la traición en el corazón de Luis...

Lo de tirarse 40 minutos abrazados es muy fuerte, pero sí que pasa.

Venga, venga! Que siga!

Por cierto, cómo llevas lo del hachazo en el curro? Espero que bien. Que no merece gastar en lamentaciones el poco tiempo que tenemos.

Un saludo y ánimo!

Winnie dijo...

Bueno bueno....esto se está complicando por momentos...Hay un libro que leí hace tiempo que me gustó mucho...Castillos de carton de Almudena Grandes...Creo que te gustaría...Besos y que tengas un buen inicio de semana

Christian Ingebrethsen dijo...

Menuda faena para el pobre Carlos, al final se enterará Luis de todo? Deseando leer la siguiente parte :)

Besos.

El Dr dijo...

Como siempre voy con retraso con los post... Te han despedido, bicho? Joder, lo siento :(